Diario canicular
Treinta y un pequeños grandes gestos cotidianos para sobrellevar la canícula, a razón de uno por día, con acompañamiento visual espontáneo y apunte garboso.
Trigésimo primer y último día de canícula.
La despedida.
Terminamos este encuentro canicular con Su Majestad El Pisto.
Plato veraniego por antonomasia, cóctel de huerta con múltiples variables. El mío con calabacín, tomate, pimientos rojo y verde, cebolla, aceite y sal.
Ha sido un placer entretenerles la mirada y la atención durante varios segundos al día desde el 15 de Julio. Vean la vida con ilusión, recuperen cada día durante un momento su versión infantil, compártanla y sonrían siempre. Porque la vida, pase lo que pase, es un “pisto y no pisto”.
Trigésimo día de canícula.
Perseidas. Están, pero no se ven. Sin trampa ni cartón, “el hombre propone pero Dios dispone”
Vigésimo nono día de canícula.
Salir a la calle en búsqueda de vida inteligente y ¡encontrarla!.
suena Battiato:
Vigésimo octavo día de canícula.
En el garbeo noctívago, acercarse a la botica a ver lo que marca el mercurio.
…y si protesta el corazón, en la farmacia puedes preguntar:
(Señorita, por favor) ¿Venden pastillas para no soñar?
Vigésimo séptimo día de canícula.
Salir a dar una vuelta. Quien dice una vuelta, puede ser a la manzana o al globo terráqueo, también hay quien se fué a por tabaco y no fumaba. De cuando en vez hay que escapar, la rutina mata más que el tabaco.
Vigésimo sexto día de canícula.
Abanicarse. Abanico, aire acondicionado portátil, eco, bio, sostenible y bemol. En el fondo, el abanico es un pariente lejano del libro, cierras los ojos y su brisa te transporta a una cornisa del cantábrico, al céfiro de las Pitiusas, al Lebeche o al Siroco… déjense llevar.
Vigésimo quinto día de canícula.
Preparar una tortilla de patatas para comerla a media tarde en la ribera de un río. En este santo y cainita país, hasta para esto nos polarizamos… ¿Con o sin cebolla? Sin cebolla por supuesto, sino no es tortilla de patata, no se admiten dudas.
Vigésimo cuarto día de canícula.
Disfrutar de un atardecer, a tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos… El sol nunca se pone, rotamos nosotros, geocentrismo medieval contemporáneo. Es más fácil llegar al sol que a tu corazón.. oeeeo.
Vigésimo tercero día de canícula.
Cenar en el bar debajo de casa. Intentar arreglar el mundo entre sorbos para darte cuenta que cuanto más se profundiza, más queda por saber, puerta de la paradoja de la incertidumbre, mas nunca volver a la casilla de salida, al atrevimiento de la ignorancia. ¡ Otro vino, jefe!.
Vigésimo segundo día de canícula.
Salir a fresco. Buscar entre el infierno de asfalto y hormigón una brisa que alivie el trance.
Vigésimo primer día de canícula.
Echar el rato debajo de una parra después de cenar. Elucubrar, ensimismarse, pergeñar…
¿Se expande el Universo? ¿Es cóncavo o convexo?.
Vigésimo día de canícula.
Escuchar las señales, nacer cada día.
Decimonono día de canícula
Reimagina tu ciudad. John Wayne presto a enviar un fax.
Decimoctavo día de canícula
Partidas a media tarde, en las cartas no hay amigos, vida o muerte.
Decimoséptimo día de canícula
Oler una tomatera, la fragancia del verano.
Decimosexto día de canícula
Intraturismo. Visitar en el día poblaciones de su comarca con mirada de turista.
Decimoquinto día de canícula
Leer una novela sobre el césped, incómodos lujos contemporáneos.
Decimocuarto día de canícula
Disfrutar sin culpa de un buen helado.
Décimo tercero día de canícula
Dolce far niente. Bienvenidos a la mejor fábrica de ideas.
Duodécimo día de canícula
Tinto de verano, coctelería de pantaloneta, trago desinhibido, placer primigenio.
Undécimo día de canícula
Imaginar a qué se parecen las nubes, pareidolia de celajes.
Décimo día de canícula
Beber agua fresca de un botijo. Refrigeración evaporativa, “milagros” de la física.
Nono día de canícula
Practicar la gimnasia mental. Algún lúgubre director de periódico lo bautizó como pasatiempos.
Octavo día de canícula
Refrescarse en silencio el cuerpo y el alma, visitando el patrimonio local.
Séptimo día de canícula
Cruzar los pasos de cebra pisando solamente las franjas blancas, porque son las que están frescas.
Sexto día de canícula
Salir a buscar ¡y encontrar! luciérnagas. Un viaje a la fascinación de la infancia.
Quinto día de canícula
Buscar siempre la sombra y si es de una higuera, me suena a… ¡Supercalifragilisticoespialidoso!
Cuarto día de canícula
Disfrutar de una piscina, ese trampantojo de trozo de mar cautivo y recirculante.
Tercer día de canícula
Comer sandía fría cortada en trozos grandes, porque sino resbala el jugo por la barbilla, no es lo mismo.
Segundo día de canícula
Echar la siesta disfrutando Le Tour de France de fondo con las persianas a medio bajar.
Primer día de canícula.
Practicar al ocaso, el flaneûrismo desde un banco de tu ciudad.
