Ayúdame deLuxe
-¿Tiene alquileres pendientes? ¡premio!.
-¿Ha cumplido con su casero? siga jugando (cotizando).
-Si se ha endeudado, ¡premio!.
-Si ha tirado de recursos/ahorros, siga cotizando.
-¿Qué no ha descendido su plantilla? siga cotizando.
-¿Ha metido a gran parte su plantilla a un ERTE pero siguen trabajando, sin cotizar, incluso superando las horas de la jornada? ¡premio!
Uno llega a casa después de terminar su jornada enterándose cómo se reparten ayudas y subvenciones, y se siente como el tonto de clase, aquel al que le robaban el bocadillo y si se quejaba, aún estaba a tiempo de llevarse una colleja de premio.
Un sistema que premia engranajes desajustados, que anima proyectos que cojean desde su planteamiento y que penaliza al cumplidor, al prudente, al constante, lo único que fomenta es el crecimiento y el efecto llamada de proyectos nacidos para ser tutelados y subvencionados.
Esto, es una visión deformada de la igualdad, es confundir igualdad de derechos con igualdad de oportunidades.
Igualdad de derecho es crear escenarios en los que independientemente del origen del individuo o sociedad, se garantice que cumpliendo una normativa, no se discriminará proyecto alguno. Igualdad de oportunidades, (mal entendidas) es permitir que el analfabeto sea catedrático, que un niño pueda conducir un autobús por una carretera nacional, o que un casi cincuentón (como yo) deba ser titular en la selección nacional de fútbol.
Procuren que la población tenga derecho a formarse para así luego acceder a una oportunidad, no regalen la oportunidad, porque están devaluando el esfuerzo y lo que es peor, desanimando al que se esfuerza. Quizás es el efecto de ascender demasiado rápido, de haber tenido oportunidades sin pasar por el esfuerzo, y bajo esa experiencia actúan. No son ustedes, no, es el sistema.
Lo bueno del esfuerzo, es que duermes a pierna suelta. Señorías, si hay días que no duermen, pruébenlo, que no hace falta receta.