La paradoja cultural
Consumimos cultura a raudales, a granel ¿no lo creen?
Pagamos cuotas mensuales por acceder a plataformas con contenidos para los cuales, nos serían necesarias veinte vidas para visualizar lo que diariamente adjuntan como novedad. Por un lado, nos puede parecer fantástico, pero también nos hace percibir que la cultura es gratis total, que prácticamente es un derecho. Escuchamos podcast en los que las reflexiones vienen masticadas, documentales preciosos que nos descubren nuevos mundos o nos permiten ver la naturaleza desde la ventana de nuestro sofá, una cultura universal que viaja bien y se consume mejor, cultura confort a coste casi cero.
Pero lejos de este acolchado mundo, nos encontramos con un paradigma: la cultura se muere.
Cultura cercana, cultura cotidiana, cultura con caras… cultura que todos los días come, que paga alquileres, que paga impuestos (en nuestras localidades, por cierto) y que forma parte de nuestra identidad. La compañía de teatro de tu ciudad, el animado cicerone que explica la historia de tu urbe a quien la visita, la compañía que aparecía en el cole de tus hijos para explicar que son los oficios, el fotógrafo que organiza exposiciones de libre acceso… son cultura vecina, son trabajadores con derechos, habitual y mayoritariamente contratados por la administración, porque se mueven en tierra de nadie, a todos nos gusta su trabajo, pero nadie se rasca el bolsillo por ello, que injusticia…
En esta pandemia están siendo golpeados con dureza, ya que su hábitat, son las “aglomeraciones” o espacios en los que la “distancia de seguridad” no es su principal valedor.
Podríamos soñar con una Responsabilidad Cultural Corporativa en el entramado empresarial, incorporando la actividad cultural en espacios como la comunicación interna, e incluso en el modus operandi de la comunicación externa. Contar con el sector o “invertir” en él como valor social de las empresas, de una forma activa y espontánea, siendo la administración catalizador, facilitador y valedor de este trasvase de experiencias (me temo le quitaríamos un peso de encima).
Incorporar cultura a la empresa va más allá de colgar cuadros en las salas de juntas o gratificar con viajes por objetivos.
Tenemos un sector que no puede aguantar más tiempo en esta pandémica situación, escuchémoslos, tendámosles la mano e incorporémoslo en nuestro día a día. Si nos se les ocurre cómo, llámenlos, verán que fuente de ideas, energía e inspiración, no olviden que son profesionales de todo ello.
Responsabilidad
Cultural
Corporativa
¡Ya!
Fotografía Teo Martínez – Casa de la Imagen